"Bueno, creo que los barcos de papel por un lado significan lo que
pudimos cosechar en la conversación de la última noche. Si tengo un paraje
nocturno donde navegan barcos vulnerables a cualquier estado marítimo adverso,
y mi mente vuelve a discurrir por los significados derivados de aquella
situación, a saber, barcos y resistencia, pienso que los barcos de papel
devienen en el símbolo paradigmático de la resistencia marítima. Y si lo
extrapolamos a la vida misma, que al parecer no tuvo problemas mi vecina en
concedérmelo, vienen a significar la resistencia de cualquier vida ante su
cercano hundimiento, es decir, ante la muerte. El papel no tiene el mismo
tiempo de resistencia ante el agua que la madera, el metal o el hormigón, por
lo que lo hace de por sí un material bastante más vulnerable en su navegación.
Su tiempo de duración y resistencia será así mucho menor. ¿Y para que entonces
construimos barcos de papel? No toda creación significa utilidad, por más que
nos quieran hacer ver los tiempos modernos. No todo lo creado ha de ser puesto
en función para. No, no, no. A ver. Desde un punto de vista etario, fuimos, o
mejor hablaré por mí -y así desobedezco a la apariencia colectiva que impuse
con el “podemos…” de la última conversación con mi vecina-; fue y fui en la
infancia donde construí más barcos de papel, origamieándola solo en una piscina
de plástico. Recuerdo muy bien que presenciaba la muerte lenta y gradual de los
barquitos en el justo momento en que su pulpa de celulosa iba siendo debilitada
y devorada por el agua que en un principio la sostenía (misteriosa relación entre
hidrógenos). Seguramente ante la presencia de otros niños o amigas, donde
probablemente se nos hubiese ocurrido jugar a quién construye el barco de papel
más resistente y así, ante la fuerza de la competencia, a más de alguno o
alguna se las hubiese ingeniado en construir barcos de otro material más
resistente al agua, con el objetivo de lograr el triunfo. Pero ese triunfo, con
todo su placer y goce inherente, viene ya a advertirnos en que aquella creación
exitosa de barcos de papel no significa ni entrega ningún mensaje de
resistencia, sino más bien nace ante la búsqueda de un logro, un éxito. Uh…
bah, juegos que resignifican símbolos y así se nos va la vida. Parece que mi
teoría de una infancia de creaciones sin ninguna motivación teleológica y su construcción
de barquitos de papel como contemplación de resistencia a la vida, como teoría
papeartística, se está yendo definitivamente al carajo. No, no, no. A ver.
Recuperemos el tiempo perdido en su pasado real y no lo contaminemos con
supuestos. Lo de la competencia y el mejor
y duradero barquito resistente al agua fue un supuesto, una probabilidad, una
fantasía dentro de un recuerdo real. Y de haber sucedido, se lo plantearía
mejor a mi vecina. Por lo que no, no, no, no me puedo ir al carajo. Soy un barco
de papel y resisto a estos primeros pensamientos matutinos susceptibles de
destrucción superyoica. Hilvano desde bien temprano estas cosas para luego en
nuestro próximo encuentro balcónico comentarle algo de esto y plantearle que
los barcos de papel son en algún grado fieles compañeros de la resistencia no
sólo oceánica ni piscineática, sino amigos de la navegación en lucha. Sí.
Amigos. De la navegación. En lucha. Uh, la vida misma. Sí, un flash".