La clásica lucha entre los sentidos y las ideas tienen una larga trayectoria en nuestra historia universal: desde el maravilloso mundo griego hasta nuestros tiempos de hipermodernidad. Por un lado se sostiene que el mundo concreto, mediante los sentidos, es la condición suficiente para llegar al conocimiento total de la realidad, y así, llegar a un posterior estado de felicidad. Mientras que por el otro lado se sostiene que el mundo de las Ideas es la realidad oculta que está detrás de este mundo falso y corrompido, y que si llegamos a aquel mundo escondido, alcanzaremos la verdadera felicidad.
La adhesión rotunda y ciega hacia alguno de estos dos enfoques nos conlleva a permanecer eternamente en una desgastada discusión sobre si la felicidad o el bienestar la encontramos en la realidad concreta o en el mundo ideal. Creo que a grandes rasgos, ante este escenario, es importante sintetizar la discusión en un punto medio, vale decir, nutrirse de la dispersión de las ideas y la realidad cruda y concreta; o en otros términos, en irse en la volá y despabilarse.
La representación de este punto medio que nos puede facilitar el trabajo de entender bien la clásica disputa entre idealismo-realismo es la inigualable obra literaria más grande de la historia universal: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha de Miguel de Cervantes. Esta extensa novela tiene como protagonistas a dos figuras que representan en la mayoría de la obra estos dos enfoque antes mencionado. Es decir, ese viejo loco de Alonso Quijada, más conocido como Don Quijote, y aquel campesino pobre de Sancho Panza.
Es evidente identificar a nuestro Don Quijote como la figura esencial de ese mundo ideal, el cual a partir de la voraz lectura por los libros de caballerías decide ser un caballero andante más de la literatura e ir con su caballo decadente en búsqueda de la justicia social, el amor, y la fama. No obstante, es necesario que nuestro caballero de la triste figura necesite de un escudero para su andanzas, por lo que llama a su vecino Sancho Panza, prometiéndole ser gobernador de alguna península conquistada por Don Quijote.
La mayoría de la primera y segunda parte de este preciado libro nos muestra la lucha entre un Don Quijote subsumido más allá de las ideas, pues lo encontramos en el mundo de la locura. Creo que esta es la característica más importante y esencial de nuestro caballero andante: los molinos como monstruos, la vasija como yelmo, la inexistencia de Dulcinea, los combates con enemigos que si no eran animales eran curas, liberador de ladrones y uno de los primeros anarquistas al liberar esclavos de las garras de su amo. Mientras que a su lado lo acompañaba este pequeño hombre sobre su burro, ya un poco contaminado con la locura de su amo en pensar ser gobernador de la península; no obstante, el compañero Sancho en la mayoría de la obra bajaba a su amo al mundo concreto, siendo un permanente vigilante de las locuras de Don Quijote; en un principio, Sancho supo diferenciar claramente entre la realidad y la locura, pero durante las andanzas, se hizo cómplice y participe del mundo platónico de Don Quijote, hasta el punto que al final de la obra era Sancho quien quería seguir con las aventuras.
Es evidente que sin la presencia de Sancho Panza, osea, en su mayoría la presencia de lo real, nuestro caballero andante no hubiese dado razones lógicas a sus cometidos bastante irracionales, como tampoco instruirnos en su filosofía de vida. Es ante esta última que el libro de Cervantes y el pensamiento de Don Quijote – el mundo de la locura-, nos dejará un legado eterno que nos ayudará en ciertas ocasiones a distanciarnos por un momento de la realidad concreta y racional. Esto quiere decir que la filosofía de nuestro caballero andante se sustenta esencialmente en la libertad, entendiéndola como la facultad que tenemos los seres humanos para desmarcarnos de lo establecido. Don Quijote decidió aventurar la vida ya una edad que no le era muy favorable, pero esta concepción del tiempo no estaba en su mente, pues él era un caballero andante: con un espíritu aventurero y una fuerza de caballero; enfrentar las adversidades era la condición existencial para cualquier caballero, ya sean ofrecidas por la propia naturaleza o enemigos con que se tropezaba durante el viaje. El sufrimiento, así como en el regreso de Odiseo a su reino, era una realidad la cual era casi imposible evadir, sin embargo, la locura y el mundo ideal era más fuerte que los sentidos concretos; es por eso que quien más sufría era Sancho, que ante la cordura tenía que resistir a las andanzas de la libertad.
Por consiguiente, la locura de Don Quijote y su amor platónico nos ofrecerá siempre la herramienta para escaparnos de esta realidad a veces muy sólida y razonable; y el arma de nuestro caballero es la aventura, específicamente el viaje, como estado en oposición a lo establecido, es decir, ir sin mucha razón por el mundo aventurando la vida y encontrar ese placer de sentirse vivo –felíz- . De esta manera, la locura le dice a la razón, Don Quijote a Sancho: “La libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.
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