Esto ya se convierte en una cuestión del devenir. O quizá una absurda trayectoria cíclica con múltiples formas irreductibles entre sí; que, sin embargo, pueden compartir un mismo contenido oculto y místico.
Así el tiempo, como los días, conjeturan impasiblemente juicios diversos de mis contradicciones internas, que a una resistencia constante, no permiten demostrar ningún indicio de sus elementos verdaderos.
¿Cuál es la pretensión de aprehender sino el absoluto del problema el olfato más superficial que condujera a entender aquellas contradicciones? El inmarcesible cuestionamiento del sentido.
Es eso que dicen quietud. La imposición de una masa religiosa en el tiempo de mi existencia ajena a todo eclectisismo gratuito e invariable. La inmaculada humanidad.
Es el triunfo de la apariencia. La derrota del silencio.
La teodicea de vuesta alegría.
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