Hay momentos en que uno se debiera observar para responder a la inquietud de aquel sentimiento de molestia o dolor que sobrelleva en la espalda: efecto de estar sentado por horas interminables frente a la computadora; ya sea por razones de estudio, de trabajo u ocio.
Es triste pensar que nuestra época -dentro de la historia universal- sea consumida en su mayoría por seres humanos que se la pasan toda su vida sentados, y poco caminando; y peor aun frente a una pantalla que no te dice nada. Que ni siquiera se molesta en formular una expresión de comunicación; pues debemos construir su habla para que nos sintamos comunicados. Inventamos un sistema de conexión que aparenta darle vida a esta máquina: pues así es la única manera en humanizar nuestra (pre)ocupación. Es una locura: humanizar virtualmente nuestra existencia, nuestra miseria. ¿ Hay algo más absurdo que simplificar y reducir lo complejo de la realidad en un simple código informático? Necesitamos la ciencia para la sobrevivencia. Es el orden de todo desorden que se oculta tras una respuesta cientificamente correcta. Y todo es peor cuando nos damos cuenta, hasta cierto punto. Nos sometemos con el disfraz conciente -desechando no serlo- para justificar, al menos, nuestro absurdum cotidiano. Este autoconvencimiento de saber y des-velar la verdad que se oculta detrás de las verdades no es más que una simple y ligera anestecia para justificar nuestras acciones. Es un infinito de convencimiento que pareciera tener un fin. Un infinito vulgar. ¿No somos capaces de contactar con la razón última de nuestro hoy? Me parece imposible y soberbia tal empresa. Tenemos que convencernos de nuestra alma limitada. De nuestro constante invento y artificio para responder a problemáticas que nos sirven de sobrevivencia. Vivimos en una religión constante. En una fé interminable. Quizá por eso no nos damos cuenta de la valoración desesperada a toda quietud emocional y física y numérica. El miedo responde a un grito silencioso de la desesperación en sociedad; de la cual nos vestimos naturalmente. El arte supremo de la comunicación social se ha potenciado con la simplificación científica de la realidad compleja: internet. Esto. Esta misma forma de matar nuestro tiempo. Pienso que así como el primer homínido mataba su tiempo encorvadamente intentando caminar hacia su propia sobrevivencia; hoy el hombre del capitalismo similarmente mata su tiempo encorvadamente hacia su muerte, y sobre todo, con la tristeza de estar sentado frente a una máquina que fácilmente puede no estar. Creo así, que hay que mirarse al menos por unos segundo, observarse. Sentir el infinito sentimiento absurdo con que nuestro corazón inocente es arrancado y violado por el tiempo en función de los códigos de nuestra época.
En fin, ya estoy entendiendo los dolores de espalda...(y comprendiendo la vagancia).
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