"Soy yo y mis circunstancias", decía un español. Claro, son en estos momentos en que hace más sentido, todo.
Descansar y sentirte descansado.
Sentarte por momentos sobre el aire del fuego. Quemar tus ojos con su seductor movimiento: la dialéctica en su esplendor.
Escuchar los gritos de la madera decadente que se va consumiendo. El diálogo constante, sin motivos, de las múltiples ramas que se van despidiendo de su materia sólida. Es el origen de su existencia.
los elementos, la música, el microcosmos, la planta, la tierra, la naturaleza: los componentes reales que tienen el derecho a simplificar el todo con la nada. Todo aquello que por momentos es tan lejano, que se mal-entiende y contamina con conceptos vacuos-religión, Dios- ( todo concepto suele ser inútil); que solo cesgan el ser real de las cosas. Del cosmos natural.
Cuando se acepta conocer ( o re-conocer) una nueva sabiduría, un conocimiento que no tiene otro orígen que el de este continente, de esta piel morena y negros ojos. Una realidad que nos parece irreal por el solo hecho de haber parecido muerta. Es ella la que estuvo mucho antes que nosotros llegasemos. Una realidad que ni siquiera necesita de la razón humana, del intelecto, de la comprensión: de la mentira de sobrevivir.
Entonces, cuando aceptamos conocer un poco aquella realidad, aquellos conocimientos y sentidos a través de una simple medicina llena de fuego y agua, de sonidos incomprensible para la insignificancia urbana, es que me siento más culpable de ser un humano; es que me siento más fuerte para continuar como humano.
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