Se vuelve irresistible caer en la discontiuinidad de nuestro tiempo. Adherir a vuestro quiebre anual de la estruendosa orquesta de abrazos y buenos deseos es legitimar esa coacción monumental que, a cierta edad con obligatorias condiciones, es irresistible. La resistencia, a decir verdad, no es más que un instrumentito de coartada para legitimar el aparente sentimiento de exclusión. Es una cruda ideología que, más allá como anelgésico, tiende a rechazar lo real e inherente de nosotros: la adhesión. Esa fuerza constitutiva humana natural social e incontrolable que es capaz de alinearse/alienarse al más mínimo ruido exterior: desde los festivales violentos mundiales hasta los excluidos gritos compartidos de desesperación. Aunque se podría contraecir la adehsión con eso que se llama soledad. Como momento real - y no ideológico- de la resistencia, estado verídico de la exclusión y el rechazo a, por ejemplo, la estruendosa orquesta de abrazos y buenos deseos. Sin embargo, cualquier estado que podría visibilizar realmente la resistencia o la negación concreta de la adhesión, no serviría más como la principal alimentación ideológica de la resistencia. La nube metafísica de la resistencia se reproduce y robustece con la soledad, se hace ella misma. Cuando en realidad, la soledad es solo ese llanto totalmente temporal y mañoso de nuestra conciencia-complacencia. Y la constante contribución de lo real en cuanto soledad hacia lo nebuloso e ideológico de la resistencia -como un flujo-; va adquiriendo una fuerza de reciprocidad que, a la vista de nuestra inocencia, se unifican; es decir, concebimos ya concretamente el estado de soledad como resistencia: soledad es resistencia; o bien, el aislamiento es una expresión sutil de rebelión y extensión de la resistencia. Pero creo que acá es donde tenemos que poner cuidado, ya que la regularidad de cualquier acto social es la condición básica para la institucionalización. Entonces, institucionalizar la soledad como resistencia es caer en otra verdad aparente de lo real.
La resistencia así, como la última lucha que creemos dar contra las múltiples orquestas que se nos presentan e imponen masivamente, justificada en la realidad como soledad; se convierte en el instrumento ideológico que nos permite respirar, estar por momentos tranquilo. El descanso que nos cosecha su espléndida forma: la soledad, satisface siempre por momentos, eternamente por lapsus, ese sentimiento de exclusión al ruido exterior, la negación falsa y desesperada de la fiesta. El triunfo inmutable y constitutivamente humano de la adhesión.
quizá la soledad es una manera de no estar solo, es una manera de estar acompañado sin alguien al lado. La soledad no es tan soledad cuando te acompañas a ti mismo. cuando reflexionas y te impones frente a la vieja ola marina de gente y estupidez. la soledad es una manera de estar solo, pero no tan solo, porque hay algo que te hace tú mismo a lo que es "lo demás".
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