La costumbre de vivir pocas sensaciones en un día es una acertada lengua para comprender las múltiples sensaciones que te puede ofrecer otro día no cualquiera. La multiplicidad de sentidos y expresiones que te manifiesta un otro remece la estructura superficialmente estable de tus cincos sentidos. La percepción, seguida por la apreciación, el pensamiento, y posiblemente por la acción, se articulan con otros planos de la conciencia que encaminan, lentamente, a una nueva revisión, ya sea descriptiva o crítica, sobre tu historia y tu presente. Tu vida inscrita ante esta nueva mirada, siempre gestada de las múltiples sensaciones y expresiones críticas y angustiosas de este otro, es un instrumento terapéutico inigualable. No es una relación pasiva de tu vida frente a este otro que te estimula de forma tormentosa y que tú después la recibes solitariamente ausente de aquel o aquella, sino más bien, es un movimiento comunicativo elemental de contradicción en negación permanente. Aquel movimiento para mi tiene un carácter instrumentalmente terapéutico. Los resultados de este choque constante con alter hacen caer piedras pesadas que guardabas en tu espalda. Pero me pregunto: ¿es ya la misma lucidez de la enfermedad la terapia?; ¿es la enfermedad, o las rocas pesadas que arrastran nuestra historia social, ya un camino emancipatorio?; ¿es la terapia una negación de la enfermedad? De ser así, el instrumento del cual hablamos ya no sería movimiento, sino una negación que busca algún fin estable, ya sea para vivir o convivir, y para muchos, sobrevivir. Es curiosa esta triada con un otro. El vivir ingenuamente la asociamos con la individualidad, y los otros dos con la sociedad. Pero mi sociedad, de la cual hablo, es simplemente un otro. Es este quien remece mi estructura histórica que cognitivamente me permite vivir aproblemáticamente. Es su historia individual, familiar y social que atraviesa plenamente mi estabilidad en la vida cotidiana. La consecuencia de esta penetración la suelo llamar a veces proceso terapéutico. Pues me abre la posibilidad de criticar todo los arrastres negativos históricos de mi vida. Negativo en un sentido como no crecimiento; vale decir, oposición que frena un progreso emocional, social e intelectual de mi vida en mi mundo social. Por favor, entiéndase progreso como camino de liberación y emancipación de toda traba histórica de nuestras vidas. Lo cual me permite concluir que la lucidez crítica de estas piedras arrastradas históricamente ofrecen un buen escenario para la práctica de su cambio y transformación. Es en este sentido que el movimiento contradictorio de negación permanente se detiene, o tal vez reduce su velocidad, en la emancipación misma de nuestras vidas. El fin libertario tiene como único instrumento práctico para su existencia este movimiento que niega, que se opone a la inocencia de nuestra vida cotidiana con el vestuario del sufrimiento. Porque la lucidez es sufrimiento. Esta, acompañada de la crítica, es pura infelicidad de la felicidad. Lo cual nos lleva a pensar, para así practicar y viceversa, que la infelicidad generada por la lucidez es un camino firme para una felicidad más completa. La conciencia crítica de nuestra historia social no es bienvenida para la inocencia de la vida cotidiana. Pues es su asesina. Y es en su rol de verdugo que el movimiento de la contradicción de negación permanente niega la enfermedad para superarla, adjudicándose así su carácter terapéutico. Por consiguiente, estimados y amigos míos, es que creo que la enfermedad negada es necesaria para la existencia de esta terapia, de este movimiento. Su detención puede que nunca la podamos presenciar, pues el antojo de la muerte puede ahogar el placer de dicha presencia. La muerte negará la emancipación, o tal vez, simplemente, ambas sean la misma cosa.
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