Tengo pocas horas para entrar a dormir, bueno, si lo quiero, puedo pasar la noche en vigilia. Pero el tiempo que me queda, por decirlo así, "disponible", tiene que ser consumido principalmente para terminar un libro, el cual no quiero llevar conmigo al lugar que viajaré dentro de unas horas más. Así es que tengo que elegir entre irme a dormir ahora mismo y no terminar el libro y llevármelo de viaje, o bien leer hasta que mis pestañas comiencen a destellar luces de sueño y cansancio. Eso tengo que pensarlo en el curso del movimiento. Dejar de lado un poco la racionalidad, y darle más espacio al curso del presente, que articulado con la resistencia de tus sentidos, va alimentando tu concentración y atención de lo que estás haciendo. En el mismo movimiento. Sin embargo, me hallo aquí, escribiendo. Una tercera variable que nunca estuvo en mis pensamiento cuando fui consciente por primera vez de aquel dilema. Lo que podemos decir que lo que estoy haciendo, es decir, la tercera variable, fue un resultado, o en términos más valóricos modernos, un producto natural del mismo movimiento del presente, el cual, como dijimos, es ajeno a toda deliberación racionalista. Más aún, podemos agregar que gracias a esta tercera acción no pensada, parida desde la más dinámica lógica dialéctica del movimiento natural del presente, me dio el espacio, y el tiempo susceptible de prisa y culpa, de pensar y reflexionar del primer dilema, así como del resultado de la superación de este, es decir, de la creación de una tercera variable. En términos sistémicos, mi propia conciencia operó con un mecanismo que le permitió referirse a ella misma, y por lo tanto, seguir reproduciéndose gracias a sus propios resultado. Pero ojo, que este resultado no fue un producto directo del pensamiento, sino como bien dijimos, del movimiento impensado del presente, y que a posteriori, la conciencia retomó este producto y la asimiló a sus sistema para volver a pensarse ella misma. Pero un escéptico quisquilloso me podría interpelar que toda acción es pensada, aunque sea con un tiempo que ni siquiera es percibido. Pero lo percibido es muy distinto a lo pensado. Es anterior. Lo que el reclamo del escéptico estaría infundada. Entonces podemos dejar a la percepción nada más que en el mundo del movimiento inconsciente del presente. Lo pensado, no.
La cola de esta tercera dimensión alude, sin más, al espacio y tiempo ofrecido por la opción de escribir, en un blog que nadie visita, ni siquiera los virus. Pero eso no importa, a veces el silencio suele ser mucho más importante que el ruido. ¿Me estoy declarando importante? Qué atropello a la razón. Nunca. Sólo quería decir, nada más, que no hay que preocuparse del silencio como algo negativo, jamás. Sólo que el silencio es un espacio leal que permite expresarte con todo el ruido posible, sin restricciones lógicas y patológicas. El silencio de este espacio, violado por el acto de escribir y por el ruido de las teclas incoloras, enmarcado en códigos mundiales, fue, es, y sigue siendo, un producto del curso natural del movimiento espiral del presente. Y si todo este proceso, ni siquiera me expone a la culpa de haber perdido el tiempo, inscrito en este tercer espacio producido por el azar, y quedar más que liberado de ciertos obstáculos, de los cuales no era conciente; el cálculo racionalista sobre el tiempo y del movimiento del presente a su vez, estaría puesto en duda, o tal vez desponderarlo y darle más porcentaje al factor del movimiento del presente.
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