Era el presentimiento de una certeza final que
venía, se asomaba, se imaginaba. Hoy llega. Como un sable que actúa escribiendo la definición. Clava sus uñas y su verdad. Ya no
hay más intuiciones ni figuraciones. Es real. Su concreción ruidosamente
tangible, y cercana, empuja como la espuma de una gran ola. Todas las palabras
que afiné con todo mi amor han de quedar en la historia. Incorporadas en el
papel, en el cuerpo y en nuestra danza. No más palabras. No más recuerdos de
duraznos sangrando. No más de esa sangre como tinta de escritorio. La
ambigüedad y la incómoda ambivalencia de tu ausencia presencia que merodeaba el
eco de mis pájaros infames han de fluir, poco a poco, en su evanescencia. Por
supuesto. La verdad de hoy, con su rabia y su dolor y comprensión
entremezcladas pisarán tan fuertes los parpadeos de neón que aún se asomaban por
las paredes de la ciudad en ruinas, que no habrá más, nunca más, palabras, vientos
y música.
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