viernes, 19 de noviembre de 2010

cuentame una historia original.

Y esa quebradura eterna de tu voz, 
serena mía; compañera de las
derrotas siempre injustas hacia
quienes no izamos el trapero
sucio de la forma cínica del amor.

Es tu sinceridad siempre cauta
y a veces, romántica, que nos
mantiene un horizonte frágil
de seguridad y sostén líquido
al tormento inefable concreto:

de la amargura, el viaje interior
que culmina la incomprensión
infinita de las interrogantes. 
Eres tú, enemiga de la primavera
sonriente, eterna yerba seca.

Entre cada sorbo y humo que
mis sentido, siempre en la
caída futil, dialógan entre sí
para encontrar una forma de

respuesta a la razón, suprema
inmaculación de lo común;
no siguen el camino más
infitesimal que la perdición.

Enredado así, subyugado allá,
por las creencias de la más
simple palabra, envuelta de
autoridad: marchitan, caen,

mueren...

Y tú, compañera mía seguirás
allí, esperando blasfemia
alguna de odio a la constancia
del mismo aire inspirado.

Me enverdecerás más la yerba
siempre amarga; conducirás
el destino obediente del hilo
fino transparente hacia mis
pulmones. Caeras en mí,

caeré siempre a tu horizonte.

sábado, 6 de noviembre de 2010

encorváos



Hay momentos en que uno se debiera observar para responder a la inquietud de aquel sentimiento de molestia o dolor que sobrelleva en la espalda: efecto de estar sentado por horas interminables frente a la computadora; ya sea por razones de estudio, de trabajo u ocio.
  Es triste pensar que nuestra época  -dentro de la historia universal- sea consumida en su mayoría por seres humanos que se la pasan toda su vida sentados, y poco caminando; y peor aun frente a una pantalla que no te dice nada. Que ni siquiera se molesta en formular una expresión de comunicación; pues debemos construir su  habla para que nos sintamos comunicados. Inventamos un sistema de conexión que aparenta darle vida a esta máquina: pues así es la única manera en humanizar nuestra (pre)ocupación. Es una locura: humanizar virtualmente nuestra existencia, nuestra miseria. ¿ Hay algo más absurdo que simplificar y reducir lo complejo de la realidad en un simple código informático? Necesitamos la ciencia para la sobrevivencia. Es el orden de todo desorden que se oculta tras una respuesta cientificamente correcta.  Y todo es peor cuando nos damos cuenta, hasta cierto punto. Nos sometemos con el disfraz conciente -desechando no serlo- para justificar, al menos, nuestro absurdum cotidiano. Este autoconvencimiento de saber y des-velar la verdad que se oculta detrás de las verdades no es más que una simple y ligera anestecia para justificar nuestras acciones. Es un infinito de convencimiento que pareciera tener un fin. Un infinito vulgar. ¿No somos capaces de contactar con la razón última de nuestro hoy? Me parece imposible y soberbia tal empresa. Tenemos que convencernos de nuestra alma limitada. De nuestro constante invento y artificio para responder a problemáticas que nos sirven de sobrevivencia. Vivimos en una religión constante. En una fé interminable. Quizá por eso no nos damos cuenta de la valoración desesperada a toda quietud emocional y física y numérica. El miedo responde a un grito silencioso de la desesperación en sociedad; de la cual nos vestimos naturalmente. El arte supremo de la comunicación social se ha potenciado con la simplificación científica de la realidad compleja: internet. Esto. Esta misma forma de matar nuestro tiempo. Pienso que así como el primer homínido mataba su tiempo encorvadamente intentando caminar hacia su propia sobrevivencia; hoy el hombre del capitalismo similarmente mata su tiempo encorvadamente hacia su muerte, y sobre todo, con la tristeza de estar sentado frente a una máquina que fácilmente puede no estar. Creo así, que hay que mirarse al menos por unos segundo, observarse. Sentir el infinito sentimiento absurdo con que nuestro corazón inocente es arrancado y violado por el tiempo en función de los códigos de nuestra época.
En fin, ya estoy entendiendo los dolores de espalda...(y comprendiendo la vagancia).

miércoles, 3 de noviembre de 2010

naturas

"Soy yo y mis circunstancias", decía un español. Claro, son en estos momentos en que hace más sentido, todo.
Descansar y sentirte descansado.
Sentarte por momentos sobre el aire del fuego. Quemar tus ojos con su seductor movimiento: la dialéctica en su esplendor.
Escuchar los gritos de la madera decadente que se va consumiendo. El diálogo constante, sin motivos, de las múltiples ramas que se van despidiendo de su materia sólida. Es el origen de su existencia.
los elementos, la música, el microcosmos, la planta, la tierra, la naturaleza: los componentes  reales que tienen el derecho a simplificar el todo con la nada. Todo aquello que por momentos es tan lejano, que se mal-entiende y contamina con conceptos vacuos-religión, Dios- ( todo concepto suele ser inútil); que solo cesgan el ser real de las cosas. Del cosmos natural. 
Cuando se acepta conocer ( o re-conocer) una nueva sabiduría, un conocimiento que no tiene otro orígen que el de este continente, de esta piel morena y negros ojos. Una realidad que nos parece irreal por el solo hecho de haber parecido muerta. Es ella la que estuvo mucho antes que nosotros llegasemos. Una realidad que ni siquiera necesita de la razón humana, del intelecto, de la comprensión: de la mentira de sobrevivir.
Entonces, cuando aceptamos  conocer un poco aquella realidad, aquellos conocimientos y sentidos a través de una simple medicina llena de fuego y agua, de sonidos incomprensible para la insignificancia urbana, es que me siento más culpable de ser un humano; es que me siento más fuerte para continuar como humano.