viernes, 31 de diciembre de 2010

resistencia

Se vuelve irresistible caer en la discontiuinidad de nuestro tiempo. Adherir a vuestro quiebre anual de la estruendosa orquesta de abrazos y buenos deseos es legitimar esa coacción monumental que, a cierta edad con obligatorias condiciones, es irresistible. La resistencia, a decir verdad, no es más que un instrumentito de coartada para legitimar el aparente sentimiento de exclusión. Es una cruda ideología que, más allá como anelgésico, tiende a rechazar lo real e inherente de nosotros: la adhesión. Esa fuerza constitutiva humana natural social e incontrolable que es capaz de alinearse/alienarse al más mínimo ruido exterior: desde los festivales violentos mundiales hasta los excluidos gritos compartidos de desesperación. Aunque se podría contraecir la adehsión con eso que se llama soledad. Como momento real - y no ideológico- de la resistencia, estado verídico de la exclusión y el rechazo a, por ejemplo, la estruendosa orquesta de abrazos y buenos deseos. Sin embargo, cualquier estado que podría visibilizar realmente la resistencia o la negación concreta de la adhesión, no serviría más como la principal alimentación ideológica de la resistencia. La nube metafísica de la resistencia se reproduce y robustece con la soledad, se hace ella misma. Cuando en realidad, la soledad es solo ese llanto totalmente temporal y mañoso de nuestra conciencia-complacencia. Y la constante contribución de lo real en cuanto soledad hacia lo nebuloso e ideológico de la resistencia -como un flujo-; va adquiriendo una fuerza de reciprocidad que, a la vista de nuestra inocencia, se unifican; es decir, concebimos ya concretamente el estado de soledad como resistencia: soledad es resistencia; o bien, el aislamiento es una expresión sutil de rebelión y extensión de la resistencia. Pero creo que acá es donde tenemos que poner cuidado, ya que la regularidad de cualquier acto social es la condición básica para la institucionalización. Entonces, institucionalizar la soledad como resistencia es caer en otra verdad aparente de lo real. 
La resistencia así, como la última lucha que creemos dar contra las múltiples orquestas que se nos presentan e imponen masivamente, justificada en la realidad como soledad; se convierte en el instrumento ideológico que nos permite respirar, estar por momentos tranquilo. El descanso que nos cosecha su espléndida forma: la soledad, satisface siempre por momentos, eternamente por lapsus, ese sentimiento de exclusión al ruido exterior, la negación falsa y desesperada de la fiesta. El triunfo inmutable y constitutivamente humano de la adhesión.

martes, 14 de diciembre de 2010

viajero que no huye


Tremulín, ha llegado el tiempo de evaluar. Aguantaste el tormento más peligroso enviado por los dioses sin ayuda de nadie; quizá de unas cuántas lágrimas que retornaron a tu garganta. Pero al parecer,  en cuanto a su forma lejana, al discurso y a la idea misma; es momento de que suspendas por un brazo macabro. Que de verdad, en cuanto a lo esencial, al contenido y a la realidad misma; es hora de que sigas sobreviviendo, con bombilla y tabaco en boca, en posada cualquiera. Con el grito silencioso que siempre te ha caracterizado: la desesperación oculta y motivada por sonrisas. Así como un corazón más, humedecido por las nubes eternas que lo diluyen todo. Hasta mi alegría.