viernes, 21 de diciembre de 2012

Ante la naturaleza.

Me oyó y me respondió con voz alterada: "Es verdad. Es aquí que se ve la naturaleza. He aquí la morada sagrada del entusiasmo. ¿Un hombre ha sido dotado de genio?, abandona la ciudad y sus habitantes. Le gusta, según las inclinaciones de su corazón, mezclar sus llantos con el cristal de una fuente; llevar flores a una tumba; aplastar con pie liviano la grama tierna de una pradera; atravesar con pasos lentos los campos fértiles; contemplar los trabajo de los hombres; huir al fondo de los bosques. Le gusta su horror secreto. Anda errante.  Busca un antro que lo inspire. ¿Quién mezcla su voz con el torrente que cae de la montaña? ¿Quien siente lo sublime de un lugar desierto? ¿Quién se escucha en el silencio de la soledad? Es él. Nuestro poeta habita en las orillas de un lago. Pasea su vista por las aguas, y su genio se extiende. Allí es sobrecogido por este espíritu, a veces tranquilo, a veces violento, que eleva su alma o que la calma a su gusto. ¡Oh Naturaleza, todo lo que es bueno está encerrado en tu seno! ¡Eres la fuente fecunda de todas las verdades! En este mundo sólo la virtud y la verdad son dignas de ocuparme. El entusiasmo nace de un objeto de la naturaleza. Si el espíritu lo ha visto bajo unos aspectos llamativos y diversos, está ocupado, agitado, atormentado por él. La imaginación se acalora; la pasión se agita. Uno está sucesivamente atónito, emocionado, indignado, encolerizado. Sin el entusiasmo, o la idea verdadera no se presenta, o, si por azar se encuentra, no se puede perseguir...El poeta siente el momento del entusiasmo; es después de haber meditado. Se anuncia en él por un estremecimiento que empieza en el pecho, y que pasa de una manera deliciosa y rápida, hasta las extremidades de su cuerpo. Pronto ya no es un estremecimiento; es un calor fuerte y permanente que lo abrasa, que lo hace jadear, que lo consume, que lo mata; pero que da el alma, la vida a todo lo que toca. Si este calor se acrecentara más, los espectros se multiplicarían ante él. Su pasión se elevaría casi hasta el grado de furor. No conocería más alivio que vertir afuera un torrente de ideas que se empujan, se chocan y acosan".

Dorval.

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