jueves, 4 de abril de 2013

rareza



Rareza, sumergirse en la rareza. ¿Qué es lo raro para mí? ¿Qué fue aquello a lo que lo sometí al más severo cuestionamiento y deformación? La tensión entre mi yo y aquello extraño fue la fuerza natural de la lucha por la identificación. O bien, la implicancia con el entorno (que en términos sistémicos, que está tan de moda en la sociología chilena, el acoplamiento estructural entre sistema y entorno).
En este caso, para mí, no sería más que el acoplamiento entre la personalidad y el entorno. ¿Qué tanto aporte puede entregar la diversidad de entornos? ¿Qué tanto sumamos a la riqueza de nuestro espíritu lo multiforme que puede adquirir la tensión entre nuestro yo y el entorno? Creo que mucho, y al decir mucho, puede que me caiga un ladrillo ortodoxo del marxismo mecánico diciéndome: ¡posmoderno! Pero creo que va más allá de eso, pues la diversidad de experiencias acumulada, y por tanto, las tensiones vividas y revividas, son materia esencial para el aprendizaje en el mundo, en la sociedad, en la naturaleza. Es retorno de la tensión generada por el divorcio entre el espíritu y la naturaleza, entre el sujeto y el objeto. Los distintos dialectos que genera la dialéctica de la experiencia acumulada es el principio mismo de la aproximación de vivir la vida, de la coincidencia entre libertad y necesidad, donde cada uno es simultáneamente la otra. La síntesis entre el puedo y el quiero. Qué maravilla. Qué luces. Qué tinieblas. Todo es aún desconocido. Es tan breve la existencia para tanta música nueva, dice un locutor de radio. Pero yo digo, es tan breve la existencia para tanto mundo por conocer. Tantas realidades que, en sus tinieblas, ocultan las razones verdaderas: y en todo sentido, a nivel físico y social. ¿O no señores fenomenólogos? Perdón por hablarles así, pero hay que reconocer que la negación de nuestras vidas es un movimiento que produce y esconde a su vez. Sigamos caminando y preguntando... a la vez.

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