viernes, 11 de octubre de 2013

Más que las palabras y las cosas.

Más que las palabras y las cosas.

Piensas en la escritura pero tienes que leer para sobrevivir o quieres leer para revivir. La incompatibilidad de ambas prácticas en un solo instante empuja a que conduzcas tus energías en una sola de ellas. Sin embargo, sobre toda las cosas y en última instancia,  es la respiración la que se impone brutalmente. Tenemos que respirar. Respiro luego existo. Luego, ya dando unos pasos más, leo. La perdición del alma en la lectura y la tiranía de las palabras sobre un mundo de imágenes en movimiento que limita con el infinito, hacen que, así como de repente, olvidemos la consciencia de la respiración. Yo por lo menos me olvido y puede que alguien más también. No lo sé. Pero cuando vuelvo sobre la respiración: las imágenes, las palabras, los muertos y los vivos de la creación, se destruyen. Se anulan. Y vuelve la conciencia y la respiración en interacción, en su lenguaje. ¿Qué se puede llegar a sentir de esa serpiente? El ritmo y la huella de su trayectoria en los misterios de nuestros cuerpos conducen a una lenta conmoción de fuerzas ciegas innombrables. La respiración ni sobrevive ni revive, sólo vive. Y digamos entonces que una de las batallas susurrantes entre la lectura y la respiración es la que pone en tensión y conflicto la sobrevivencia o la re-vivencia (tragedia-fantasía; impotencia-omnipotencia; Joseph K.- Alonso Quijano) contra la vivencia. Por ahí, sólo digo que la consciencia se fascina con el vórtice de la imaginación de las palabras y se olvida completamente de la respiración. Con la intrínseca ambivalencia de que ocurra viceversa.  

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